USA - Historia que ha conmovido a muchos corazones en
el mundo, de cómo una joven poniendo en juego su vida le ha retornado la
integridad a un bosque tan antigüo como sabio y del cual todos deberíamos estar
conscientes. Simplemente respiramos lo que los árboles exhalan. Un destino
común compartimos con los Árboles, los grandes Maestros.
Cuando Colón llegó a América por
primera vez, Luna (una secuoya de 60 metros de altura) tenía ya 500 años. El 10
de diciembre de 1997 cuando su tronco superaba los 1000 anillos, el destino y
una motosierra se cruzaron en su cepa. Julia Butterfly Hill, una activista de
23 años, decidió interrumpir lo inevitable y encaramándose al árbol impidió la
inminente tala. Pasó 738 días entre sus ramas y sin poner un solo pie en tierra
obligó a la compañía maderera, tras durísimas negociaciones, a indultar el
árbol y a todos sus hermanos cercanos.
“Nadie tiene derecho a robar al futuro para conseguir
beneficios rápidos en el presente. Hay que saber cuándo tenemos suficiente…” –Julia Butterfly Hill en su libro “El legado de Luna”
Luna es una de las milenarias secuoyas del bosque de la ciudad de Stanford en
California. A finales de 1997 la Pacific Lumber Company irrumpió en la arboleda
de 60 mil hectáreas para iniciar la deforestación de uno de los ecosistemas más
importantes de la zona. Pero en su camino se topó con una tozuda mariposa.
La dura vida en el árbo
La vida en el árbol fue muy dura y cambió por completo
a Julia. La idea era estar dos semanas hasta el relevo de un compañero. Pero
éste nunca se produjo. Un pequeño equipo le suministraba con cuerdas y poleas
los víveres necesarios para la travesía, incluyendo unos pequeños paneles
solares para cargar el móvil con el que organizaba las entrevistas, captar
adeptos para la causa o incluso hablar en directo con el senado norteamericano.
Su pequeño hogar, a 50 metros de altura, consistía en una plataforma de tres
metros cuadrados cubierta por una lona impermeable, un pequeño hornillo, un
cubo con una bolsa hermética para hacer sus necesidades y una esponja con la
que recogía el agua de lluvia o nieve para lavarse.
-“[…] Sí, la Pacific Lumber comenzó entonces a talar
árboles a mi alrededor. Aparecieron helicópteros que me echaban chorros de
agua. Quemaron los bosques durante seis días, el humo destrozó mis ojos y mi
garganta, y me llené de ampollas. Luego montaron guardias día y noche para que
no me pudieran suministrar comida. Acabe amargada, chillando, dando golpes, al
borde de la locura. […] Para consolarme pensaba en las familias de Stanford que
a causa de la tala del bosque se inundaron y se quedaron sin casa…” –Julia
Butterfly Hill.
Pero lo peor estaba por llegar. En el invierno de 1998
una impresionante tormenta de más de dos semanas estuvo a punto de separar a
Julia de Luna. Vientos racheados acabaron con la lona y empujaron a Julia hacia
el vacío. Abrazada a la secuoya y próxima a la rendición, escuchó “la voz de la
luna” recordándole que “sólo las ramas que son rígidas se rompen”. Abandonó
entonces el apoyo estable para agarrar la inmadurez y flexibilidad de las
verdes ramas más jóvenes que fueron las que, a la postre, resistieron el envate
y con ello salvaron la vida de Julia.
Salvar esa tormenta supuso un cambio de actitud. Julia
se deshizo del arnés y de los zapatos y se fundió con su entorno alcanzando su
apogeo espiritual. No iba a volver a vivir con miedo. Una importante dolencia
de origen vírico en los riñones la encaró de manera simbiótica, medicándose con
extractos de plantas cercanas suministradas por su equipo. Conocía cada
insecto, cada rincón de Luna y esto le permitió encarar con certeza y ventaja
psicológica la negociación con los deforestadores que dejaron por entonces de
llamarla “eco-terrorista”.
El respeto de los medios
El tiempo fortaleció la imagen activista de Julia y
poco a poco fue ganándose el respeto y los apoyos de muchas organizaciones
ecologistas y de los medios. El desfile de famosos que subieron al árbol a
visitarla fue tan grande como el impacto mediático del desafío.
Hoy en día Julia sigue al frente de
un importante grupo ecologista y activista. Ayudó a crear la ONG Circle of
Life, participando regularmente en muchos de los Tree-Sit fecundados con su
hazaña y desperdigados por todos los rincones del planeta verde. Contó su
experiencia en la copa de Luna en el Libro “El legado de Luna” impreso en papel
reciclado y bajo el sello de tolerancia ecológica “SmartWood Certified“.
En noviembre
de 2001 un desaprensivo buscador de reliquias (un infructuoso Mark Chapman)
intentó cercenar a Luna y asestó un tajo con motosierra de 35 centímetros de
profundidad en su cepa. Desde entonces unas gigantescas grapas consolidan el
árbol.


